Quizás te suene a ciencia ficción, pero es cierto, las palabras tienen poder en ellas. Dependiendo de cómo las uses, puedes despertar emociones, evocar sensaciones y producir cambios de ánimos en el lector. En este artículo encontrarás algunos ejemplos de cómo funciona la carga emotiva y su influencia sobre las personas.
Reza un conocido dicho que las palabras pueden ser el arma más cruel o la mejor medicina de todas. Una sola palabra es capaz de producir alegría o tristeza, calma o furia, dependiendo de quién la diga y cómo la interpretemos. Los expertos en comunicación conocen esto desde hace más de un siglo y le han dado uso en casi todo: desde marketing hasta campañas políticas y manipulación mediática.
Cada día nos vemos expuestos a una gran cantidad de anuncios, algunos de los cuales tienen efectos sobre nosotros, aunque no estamos seguros de la razón. Las personas con quienes nos cruzamos pueden mejorar nuestro ánimo o empeorarlo, dependiendo de las palabras que nos digan. Del mismo modo, cuando leemos una noticia o escuchamos hablar a alguien, podemos juzgar sus intenciones dependiendo de las palabras que usen.
Sin embargo, esto no es del todo voluntario. Recordemos que el cerebro muchas veces nos controla más de lo que nos damos cuenta. Las palabras, al fin y al cabo, no dejan de ser estímulos, estímulos que pueden causar respuestas inmediatas, involuntarias, de las que no somos conscientes. De allí que un anuncio nos convenza de comprar tal o cual bebida, o que sintamos simpatía por tal o cual político, o que tal noticia nos haya parecido indignada o indiferente.
Por supuesto, que el fondo es importante, pero nunca hay que ignorar el poder de la forma. El efecto que tienen las palabras sobre nosotros depende de factores como nuestra propia experiencia, el entorno en que vivimos y el significado que tiene dentro del lenguaje. Vamos a ver algunos ejemplos de palabras que pueden despertar sensaciones y emociones en nosotros.
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